Yuri Maso, Mattia Fini y Diego Martin, exalumnos de CESDA
En este artículo, tres exalumnos de CESDA, Yuri Maso, Mattia Fini y Diego Martín, nos cuentan cómo fue su experiencia al pilotar por primera vez las aeronaves Diamond DA-20 y DA-42.
Diamond DA-20
Nuestra experiencia de vuelo empezó hace ya bastante tiempo. Desde el bautizo de vuelo, fuimos pasando una serie de etapas en las que fuimos mejorando y cogiendo cada vez más experiencia y responsabilidad.
Por supuesto, para empezar a volar la Diamond DA-20, avión biplaza monomotor de hélice con la que nos introducimos al vuelo visual, tuvimos que pasar un curso teórico. Una vez aprobado el examen, empezamos a volar con instructor, con el que practicamos maniobras y realizamos routings por toda Cataluña y alrededores, hasta que nos vieron preparados para soltarnos.
Aquí llega quizás una de las experiencias más intensas que hemos vivido. Nos referimos a “La Suelta”, el primer vuelo solos. Sin instructor a nuestro lado, la emoción de saber que todo pasa a depender de ti te invade cuando la torre de control te autoriza a despegar.
Una vez soltados, es cuando empezamos realmente a descubrir nuestra pericia como pilotos, adquiriendo más confianza a medida que íbamos sumando horas de vuelo.
Para asegurar que todo vaya bien, periódicamente, nuestro instructor vuelve a montar con nosotros para chequearnos, y así ver nuestros progresos. Cada uno de los vuelos empieza en casa, donde se planifica y escoge una ruta calculando vientos, tiempo y distancia sobre el mapa, en función de la meteorología de ese día. Luego, en la sala de operaciones, se comenta con el instructor en un briefing pre-vuelo, donde podemos aclarar cualquier duda que nos haya surgido. Y cuando todo está listo, cogemos el avión y nos vamos a volar. Al volver, explicamos como ha ido el vuelo y podemos aclarar cualquier inquietud.
Para acabar, nos gustaría contar que a lo largo de todo este proceso puedes comprobar cuánto hemos evolucionado. Al principio, el hecho de aterrizar un avión nosotros solos, y tener que comunicarnos por radio totalmente en inglés, nos parecía una cosa muy lejana y difícil, y ahora nos parece algo normal y rutinario.
Diamond DA-42
Pasar a volar la DA-42 es algo más que un cambio de avión. Es llegar a la que entre los alumnos se conoce como “la joya de la corona”, ello significa llegar al final de los estudios e iniciar nuestra vida profesional. En el curso previo a volar el avión ya se aprecia el cambio que supone volar uno de los bimotores ligeros más avanzados que existen con pantallas de cristal líquido que substituyen a los instrumentos convencionales y sistemas electrónicos de gestión de combustible.
Cuando empezamos a volar la DA-42, al ponerla en marcha por primera vez en el suelo, la sensación es de ir un poco perdido, cuesta adaptarse a la nueva presentación de los datos. Alineados en la pista 25 de Reus listos para despegar aplicamos potencia y todo pasa más rápido que de costumbre, acelerándose a la velocidad de rotación en escasos segundos, pero una vez en el aire te das cuenta que el avión responde a las leyes de la física como cualquier otro y empiezas a disfrutar de los dos motores que te propulsan.
Los primeros vuelos sirven para adaptarse al avión, saber cómo responde a tus movimientos, llevarlo al límite aerodinámico para entender cómo actúa. Todo esto es muy importante para que el piloto pueda anticiparse al avión y avanzarse a sus movimientos rebajando la carga mental necesaria para volar dedicándola a navegar o realizar listas de chequeo. Los bimotores tienen el inconveniente de ser más complejos, pero la gran ventaja es que con un motor pueden seguir volando. Esa es una de las grandes diferencias respecto a los vuelos con anteriores aviones: hay que aprender a volar el avión con un solo motor.
Es muy importante para la fase instrumental prepararse previamente el vuelo y no dejar nada a la improvisación, aunque es indispensable en vuelos donde se comparten aerovías con otras aeronaves ser flexible con respecto a la planificación previa. De manera que un vuelo empieza dos horas antes del despegue, preparando el papeleo administrativo, escogiendo la ruta, el nivel de vuelo y repasando los sistemas del avión así como las acciones a realizar tanto en condiciones de vuelo normales como en caso de emergencia.
Una buena preparación, unos buenos conocimientos adquiridos a lo largo de los cuatro años y mucha motivación son los tres ingredientes esenciales tanto para superar la fase de vuelo con bimotor así como triunfar con un sueño.