CARLOS ASÍN / Piloto instructor
Estoy acostumbrado a las clases con mis alumnos, a hablar de aviación y compartir con ellos un mundo que me apasiona y al que pronto tuve claro que quería dedicarme. Pero, sin lugar a dudas, la conferencia del pasado día 14 fue un reto nuevo para mí.
Un auditorio repleto de jóvenes de Secundaria de Salou se mostraba expectante para oír qué historietas les habíamos ido a explicar. El Ayuntamiento había programado un acto para entregar las becas para estudios universitarios a aquellos estudiantes de Bachillerato y de último curso de Ciclos Formativos de Grado Superior, destacados por su rendimiento académico y buenas cualificaciones. Después veníamos nosotros. Sergio Bulat, escritor, y yo mismo como piloto instructor de CESDA, teníamos la ilusionante tarea de motivar a jóvenes que, en una etapa crucial de sus vidas, se encuentran a las puertas de decidir su futuro profesional.
Rápidamente captamos la atención de nuestro público. Supongo que uno no se encuentra cada día con un escritor o con un piloto, y lo desconocido siempre genera interés. En mi caso y basándome en mi propia experiencia, en mi vocación como piloto y en algunas anécdotas de mi trayectoria formativa y profesional, traté de encender en estos jóvenes la chispa por la motivación.
Con esta idea, el mensaje era claro. Nada es fácil y nadie va a regalarte nada. Si tienes claro cuál es tu objetivo, qué quieres hacer y quién quieres ser, sólo te queda una opción: Esforzarse, trabajar para conseguirlo y formarte, tanto como sea posible y siempre. Porque, siendo realistas, hoy en día la formación no se limita a obtener una licenciatura. La formación es constante y continuada, las profesiones técnicas requieren de un constante reciclaje y actualización de los conocimientos adquiridos.
Junto al esfuerzo formativo, hay un segundo reto que traté de poner sobre la mesa ante los jóvenes: El carácter multidisciplinar de todo profesional es cada vez más valorado. Ser capaces de resolver diferentes situaciones, mediante el aprendizaje de diferentes especialidades, nos hará más competitivos. Y ser más competitivos nos acerca más al éxito profesional que todos perseguimos.
Y todo ello pasa por crear un engranaje básico. En primer lugar, y pese a lo difícil que resulta pensar en el futuro a largo plazo siendo un adolescente, uno debe encontrar su vocación. No la que su entorno quiera para él, sino la suya. Escuchando los consejos de padres y profesores para, a continuación, tomar una decisión. Una vez escogida la vocación, el siguiente elemento del engranaje es buscar la mejor opción formativa posible. Y exprimirla al máximo. La formación es fundamental y debemos esforzarnos al máximo para adquirir conocimientos tanto a nivel cuantitativo como cualitativo. Y a poder ser, buscar el carácter multidisciplinar. Una vez conseguido, y teniendo en cuenta que siempre podemos seguir aprendiendo –esto es, que la formación no acaba nunca-, estaremos más cerca de completar el engranaje. Estaremos en disposición de iniciar con plenas garantías nuestra carrera profesional, pues tendremos en nuestro haber la vocación y la formación. Será el momento de plantearnos retos profesionales, y de superarlos para buscar nuevos desafíos.
Este mensaje es el que traté de inculcar en unos jóvenes que acogieron mis palabras con la mejor de las actitudes. Espero que esta experiencia les sirva para encontrar su camino profesional y que éste esté repleto de éxitos y de retos apasionantes.